Estadio Nacional, 24 de Octubre del 2007
Imágenes (y Canciones) Retro
El primer recital de la gira ‘Me Veras Volver’ en Santiago marcó el reencuentro de la banda argentina con el público chileno. Las más de 65.000 personas que repletaron el Estadio Nacional fueron testigos del regreso de Soda Stereo a un país dónde su música dejó huellas que perduran hasta hoy. Un recital que conjugó la nostalgia de las décadas pasadas con la renovada frescura del reencuentro. Diez años de sed saciados en dos horas cuarenta con una fuerte Sobredosis de Soda. Pero esta vez en su versión 2007.
Por Sebastián Flores M.
Cuando finalizó el penúltimo show de la gira El Último Concierto, el 13 de Septiembre de 1997, la última escala antes de la anunciada y definitiva separación de Soda Stereo, Cerati anunciaba: “Nos volveremos a ver. Hasta la vuelta en la forma que sea”. Diez años después, exactamente en el mismo lugar, pero con toda una generación de por medio que nunca pudo verlos en vivo, la promesa es cumplida para el regocijo de todos los fans que añoraban el retorno del grupo de rock que dejó el más grande legado en esta parte del mundo.
Este reencuentro tenía un matiz emocional tremendo para gente de todas las edades. Para la generación de los ‘80s, que vivió en pellejo propio la Sodamanía (cuando repletaban conciertos en el Estadio Chile, aparecían en programas de TV chilenos como Martes 13, giraban por muchas ciudades de nuestra larga faja de tierra o cuando dieron esa memorable presentación en el Festival de Viña de 1987). Para aquella generación de adolescentes de los ‘90s que vibró con shows de la Gira Animal o el Dynamo Tour, que hizo suyos muchos himnos del Sueño Stereo y del MTV (Un)Plugged, y que finalmente los vieron despedirse de Chile en el concierto final de 1997 en el Estadio Nacional.
Pero había un segmento etario para lo cual este recital era realmente un hito: los jóvenes de este nuevo milenio que sólo conocían a aquella tremenda banda de la cual hablaban los más grandes por su legado y que les parecía más una leyenda que una banda de rock como tantas. Por eso este primer recital en Santiago tuvo una gran presencia sub-20: era la primera vez que verían a Soda Stereo en vivo y en directo.
Una eternidad esperé este instante
La expectación era inmensa. Desde la mañana ya varios aguardaban en los accesos de Avenida Grecia para asegurar un buen puesto. A las 16:30 se abrieron las puertas y cuando el calor de la tarde primaveral aún depuntaba, el coloso ñuñoino comenzaba desde ya a repletarse. Un escenario de proporciones a lo Stadium Band (que no tenía nada que envidiarle a gigantes del rock & roll como The Rolling Stones, Guns ‘N Roses o U2) ubicado en el lado sur del estadio recibía a los miles de fans que con el correr de las horas llenaban los espacios de Cancha, Galeria y Andes. Los sectores Pacífico y Cancha VIP aguardaban pacientes por sus espectadores que, obviamente, no tienen necesidad de llegar tan temprano como el resto.
Avanzaban los minutos y la espera se hacia eterna. Para hacerla más soportable, a las 20:00 las pantallas que estaban a ambos lados del escenario (y la que se encontraba detrás de la primera torre de sonido) pasaban sketchs del humorista Diego Capusotto, que al otro lado de la cordillera es famoso por su programa “Peter Capusotto y sus videos” en el Canal 7 argentino. Los gags, preparados especialmente para abrir los recitales en Buenos Aires, funcionaron como una especie de teloneros de Soda. Una que otra risa sacó entre los asistentes, pero se denotaba el humor y los chistes locales pensado para argentinos (de hecho, fueron cortados fragmentos que hacían relación con personajes de la política trasandina que si pasaron en River). De todos modos, entre eso y nada, mejor lo primero.
Las ansias carcomían a muchos. Los “Olé olé olé oléee, Sodaaa Sodaaa” se hacían escuchar cada vez con más fuerza cuando –por fin- las luces se apagaron. Con cinco minutos de retraso, el show comenzó con la intro de ‘Algún Día’ (el cover de la canción ‘Some Day, One Day’ que grabaron para un tributo a Queen) al tiempo que se proyectaban en las pantallas imágenes de la historia de la banda. El delirio de los fans crecía y crecía a cada segundo hasta que las luces volvieron para que Tweety, Leo, Leandro, Charly, Zeta y Gustavo aparecieran en escena.
El comienzo fue un big bang y fue caliente
El inconfundible rasgueo de guitarra del acorde abierto en ‘Si’ marcaba el inicio del show. “Un, dos, tres, cua…” y ‘Juegos de Seducción’ encendía a una audiencia que ya a estas alturas moría de sed de Soda (y de agua también, Cancha era un hervidero de calor). Con el saludo oficial, Cerati se lanzó con un “Hola Chile lindo, bienvenidos al juego” y en seguida ofrecería hacer mover el Nacional. Así, ‘Tele-K’ era la segunda descarga de telekinesis que a través de la música hizo mover a casi 70.000 almas que gozaban enfervorizados. La fiesta continúo en seguida con las telarañas e ‘Imágenes Retro’, de un disco que sería de los más citados en la noche: “Nada Personal” de 1985. Se dejaba en claro que este regreso apuntaba a revivir la nostalgia por los años dorados de la banda: los ‘80s.
Pero los ‘90s, esa época prolífica y de madurez, donde Soda Stereo despachó obra maestra tras obra maestra, tampoco podía quedar fuera. La primera muestra era una sólida interpretación de ‘Texturas’, el tema que cierra “Dynamo” de 1992. La segunda, una que nunca estaba ausente en los recitales del decenio pasado. “Agua (con gas, dijo Cerati)” y el primero de muchos cortes provenientes de su ópera prima (“Canción Animal” de 1990) comenzaba. ‘Hombre al Agua’ dio los primeros indicios del otro lado del show al que también apuntaba esta gira de reencuentro: ese lado rockero y potente que muchos que no siguen a la banda más allá de sus hits más reconocidos, desconocen.
El público que asistió a escuchar las canciones más mainstream de Soda se vio recompensado con ‘En la Ciudad de la Furia’. Un infaltable que con una de sus frases da el nombre a este tour y que hizo saltar y corear la letra a todos los presentes. Mención especial al momento en que la capital chilena se convirtió en la ciudad de la furia (“Santiago se ve tan susceptible”), un momento emocionante para todos los santiaguinos que colmaban el estadio. La pequeña mención al álbum “Doble Vida” de 1988 concluiría de inmediato con ‘Pic-nic en el 4°B’, el primer track de ese disco y que contó con un gran despliegue de luces y pirotecnia en las pantallas que ensalzaban aún más la energía y el voltaje que genera esta gran canción.
El dúo de ‘Zoom’ y ‘Cuando Pase el Temblor’, articuladas sin respiro tal como en el “MTV (Un)Plugged”, traía dos grandes éxitos de los ‘90s y los ‘80s respectivamente para levantar a una audiencia que a ratos estaba floja, que a ratos prendía. Con esta pareja de hits si prendió. ‘Zoom’ contó con los arreglos originales en violines interpretados por la guitarra de Leo Garcia y con la grata sorpresa de un solo de armónica a cargo de Zeta. El beat de bombo de Alberti, cuando ni siquiera terminaba de sonar la última nota del teclado de aquel éxito noventero, avisaba que venía un temblor. ‘Cuando Pase el Temblor’ sonó como en los viejos buenos tiempos, pero además recordaba que estábamos en una nueva década: un final preparado en versión de la música de moda por estos días. “Cuando pase el reggaeton” anunciaron desde el escenario y la parodia al ritmo que hoy en día contagia a Latinoamérica quedará como una de las grandes humoradas que tuvo este reencuentro.
Al calor de las masas
En relación a los recientes recitales en el Monumental de River Plate, el ambiente en el Nacional pareció un tanto más frío de la euforia que se pensaba se viviría en él. Quizás fueron más los curiosos que querían ver este recital del que tanto se hablaba que los fans de corazón, pero de que faltó más complicidad público-artista, faltó (a excepción en los mega-hits). Por eso extraño que ‘Final Caja Negra’, una de las mejores canciones que ha compuesto la banda, no tuviera un feedback mayor entre la audiencia y los músicos. Más allá de eso, la canción sonó majestuosa, los arreglos de strings en los teclados de Tweety González le daban esa impronta de pieza suprema a la canción, pese al bajo volumen que tenían los sintetizadores en relación a los demás instrumentos. Un acierto incluir este gran tema en el set-list.
A continuación, Cerati hablaba de una canción que fue compuesto por Daniel Melero y muchos pudieron intuir que el siguiente tema era ‘Trátame Suavemente’, la famosa balada de su primer disco, el “Soda Stereo” de 1984. Momento propicio para que las parejas que fueron juntas se abrazaran y vivieran un momento romántico en la noche. La siguió otro clásico. ‘Signos’ fue tocada muy similar a su versión de estudio (en contraste a la versión acústica de El Último Concierto”), con una luna llena que abarcaba todo el fondo del escenario y que le daba al tema una poderosa mística. Cerati tomaba el micrófono otra vez para incitarnos a bailar y Leandro Fresco comenzaba la percusión inicial de ‘Sobredosis de TV’ que convirtió nuevamente al Nacional en una pista de baile.
‘Danza Rota’ fue otra de las grandes inclusiones en el repertorio. Las pantallas que estaban detrás de los músicos mostraban a una mujer con unos audífonos meneándose al compás del ritmo, moviendo sus labios sincronizadamente con la melodía de la voz sin que la proyección alcanzase a mostrar sus ojos. La conexión de esa imagen con la música estuvo muy bien lograda y resaltó aún más la emoción que de por sí ya tiene este tema. Apenas concluyó, un sample de batería electrónica con fade in advertía que venía otro estallido en la fría noche capitalina. El sample dio pasó a los golpes de toms de Charly Alberti que tantas veces se escuchó en fiestas bailables de los ‘80s, 90’s e incluso ‘00s. La gente se movió, saltó, coreó y agitó sus poleras en el aire para disfrutar de ‘Persiana Americana’, la canción icono del álbum “Signos” de 1986. En esos momentos el Estadio Nacional era una caldera donde el éxtasis y la adrenalina estaba al máximo.
Afuera el frío embiste, adentro el vértigo
“Dynamo”, aquél experimental álbum incomprendido en su tiempo, hoy considerado uno de los discos referentes del rock en español, tendría su segmento exclusivo en el show. Comenzó con ‘Fue’, esa melancólica pieza que, a pedido de Gustavo Cerati, convirtió al recinto de Ñuñoa en una hermosa postal que llenó de luces de celular -y alguno que otro encendedor- cada rincón de todos los sectores del estadio. Cuatro minutos mágicos.
La parte sónica del álbum de 1992 llegó con ‘En Remolinos' y ‘Primavera 0’. La puesta en escena, el despliegue de luces girando en remolinos y las pantallas que reforzaban la idea creaban una atmósfera inexplicable con palabras. La envolvente textura musical de ‘En Remolinos’, sumado a los aspectos técnicos utilizados, generó instantes etéreos en el ambiente y no pocos “volaron” con el sonido que emanaba desde el escenario. El shoegaze de la guitarra distorsionada de ‘Primavera 0’ exhortaba al público a rockear y a cantar ese poderoso coro, demostrando que la potencia de la banda en vivo y la calidad, pese a los diez años de ausencia, permanece intacta.
Tras una excelsa y renovada versión 2007 de ‘No Existes’, que recalcaba el tinte de power trío que tiene hoy este grupo, vendría algo aún mejor. Si “Dynamo” tuvo su segmento, el famoso “Canción Animal” no podía ser menos. Una sección compuesta por un poderoso tridente de cortes de ese LP que dejan totalmente en claro que Soda Stereo es una banda de un rock vigoroso y vuela-cabezas. Tres canciones que dejarían bien parado el nombre del rock en este concierto.
El extenso solo de guitarra, por ejemplo, de ‘Sueles Dejarme Sólo’ mostraban a un Cerati convertido en un “guitar hero” que hizo relucir las seis cuerdas y se dio el lujo de encarnar a Kurt Cobain arrojando la guitarra al suelo tal como lo hacia el difunto líder de Nirvana. La distorsión continuó con ‘(En) El Séptimo Día’, una canción para cabecear y rockear que fue acompañada por las notables segundas voces de Leo García, que apoyaban la voz de Gustavo ensalzando más la canción. En ‘Un Millón de Años Luz’ nuevamente tomarían protagonismo la escenografía, creando otro instante volátil con los proyectores emulando un viaje esteral a través del espacio sideral y donde además, jugando con la letra de la canción, Cerati se referiría al regreso: “hay una razón, hay varias razones, ustedes son una”.
Se promediaban dos horas de concierto, la luna llena se acomodaba en el cielo santiaguino y la temperatura descendía a medida que avanzaba la noche. Pero en el Estadio Nacional los grados Celsius se negaban a irse abajo. Otra más de “Canción Animal”, pero que merece mención aparte porque destaca más allá del álbum donde se encuentra. Es patrimonio de la música, de la gente, de América Latina. Por eso el Nacional se vino abajo cuando el riff principal de ‘De Música Ligera’ sonaba por los amplificadores. Interpretada tal cual como en estudio, hizo retumbar tanto la protección del césped de la cancha como los asientos en las tribunas. Un batatazo que antecedió la primera despedida en falso del concierto. Nadie se movió de sus lugares, todos sabían que vendría más.
Por qué este deseo crece
Cinco minutos de ausencia antes que la banda regresara al escenario, volvieran las luces y comenzara un hipnótico loop de efectos. “Sueño Stereo”, el último disco de estudio de Soda Stereo, es uno de los más menoscabados en lo que va del “Me Verás Volver Tour 2007”. De esa placa, sólo ‘Zoom’ había sido interpretada hasta ahora, pero vendría una pequeña reivindicación para con ese excelente trabajo de 1995. Las visuales cobrarían vida a través del rhodes de Tweety, de esa línea de bajo de Zeta y del célebre riff de ‘Disco Eterno’ que creaban la dimensión y hacían crecer el deseo. “Abrir a Soda Stereo” cantaba Cerati y los fans aplaudían el cambio de frase en la letra. Realmente un sueño stereo.
Los ánimos se calmarían con los delicados strings de los teclados de ‘Cae el Sol’, tema en donde citarían fragmentos de ‘Here Comes the Sun’ de los omnipotentes The Beatles. Lo que vendría a continuación sería otro de los highlights del recital en lo que a efervescencia se refiere. Cerati se pondría un sombrero a lo cow-boy y comenzaría el riff de ‘Prófugos’. Pero la guitarra no estaba sonando. Gustavo haría detener la canción y arrojaría su instrumento al suelo, exigiendo a los técnicos que le entreguen otra. “Con la guitarra si podemos ser crueles, se lo merece”. Tras la partida en falso, esta canción himno de hace dos décadas remeció –una vez más- a la audiencia y al finalizar los músicos darían paso al segundo encore del concierto.
Las revoluciones bajarían, pero subirían las emociones con ‘Zona de Promesas’, esa tranquila pieza que aparece en el EP del mismo nombre de 1994. La letra de esa canción entregaba el mensaje “tarda en llegar y al final, al final hay recompensa” y los asistentes interpretaban la vuelta de Soda Stereo con esa oración. Otro momento memorable de la jornada, que todavía tenía algo que entregar. “Nadaaa oh oh oh, nada personal oh oh oh” se escuchaba desde hace rato entre medio de cada canción y Soda Stereo sabía que tenía una deuda pendiente con esa canción que fue dejada fuera en el show final de 1997 en Chile, aún cuando la fanaticada lo pedía con el mismo cántico. Soda saldaría su deuda pendiente con ‘Nada Personal’ y sería el cierre perfecto para un concierto que tuvo de todo, y que pese a eso, dejo al público pidiendo por más, esperando quizás una sorpresa. Pero no, la banda se fue. La música de ambiente comenzó a sonar dando a entender que la cita había acabado y la gente comenzó a abandonar el recinto.
Siempre vamos a encontrar texturas
“¡Tremendo, grande Soda!”, “Nunca pensé que los vería alguna vez en vivo, estuvo excelente”, “Faltaron temas, pero aún así notable”, “El fiato y la buena onda entre ellos se siente, les hizo bien volver”. Las impresiones positivas a la salida del estadio se podían obtener sin siquiera la necesidad de preguntar, sólo escuchando lo que los asistentes expresaban mientras dejaban el coliseo deportivo. Pero a la vez, comentarios de índole negativa sonaron también en las afueras de los accesos al recinto. “Se juntaron sólo por el dinero y vinieron por cumplir, esperaba más”, “Bien por el regreso, pero mal porque sea sólo eso: un regreso”, “El público me decepcionó, al igual que Cerati. Cero comunicación entre ambos” o “Vino mucha gente sólo a cantar los temas conocidos y para el resto se quedaba quieta”.
Haciendo un recuento de la presentación de Soda Stereo en nuestro país, se pueden sacar muchas conclusiones de lo que significó. Por una parte, el esperado regreso, la sed saciada de miles de fanáticos que soñaban con verlos de nuevo y a muchos otros que deseaban presenciar un concierto suyo alguna vez en la vida. Por otro lado, el show ofrecido y la relación que tuvo con el público chileno.
La acústica del show fue pareja, el sonido en cancha se escuchaba muy limpio. Quizás el rebote del audio en las tribunas sonó estruendoso, el bajo de Bosio naufragó en ciertos pasajes, el volumen del teclado de Tweety González debió ser mayor y los altos en la guitarra de Cerati tomaron un excesivo protagonismo, pero en general fue un buen sonido que se debió a la gran producción que se está llevando a cabo en este tour. Los dos sistemas de sonido (uno el que alguna vez ocupó Kiss y el otro fue usado por Madonna) eran el filtro perfecto antes de llegar a la consola principal.
Martin Phillips (quien ha trabajado con grupos como Nine Inch Nails y Daft Punk) es el hombre detrás de la puesta en escena de esta gira. Las visuales y los efectos de luces corrieron por su cuenta. Las pantallas de proyección a los costados del escenario y atrás de la primera torre de sonido permitían ver los detalles para aquellos que se encontraban ubicados lejos del escenario, filmando en acercamiento a Charly, Gustavo y Zeta (muy pocas tomas para los músicos de soporte), sus instrumentos, tomas generales de los tres o al público presente mediante un gran despliegue de cámaras movilizadas para el evento.
En términos generales, un espectáculo redondo. Muchos reclamaron la ausencia de grandes temas de la banda. Pero es que Soda Stereo tiene tantas canciones magnificas que es una utopía exigir dejar completamente conformes a todos los fans. El set-list, el sonido, el aporte de los músicos invitados (Leo García, Tweety González y Leandro Fresco), las luces y hasta la vestimenta fueron minuciosamente preparados para entregar un concierto de nivel mundial. La frialdad desde algunos sectores del público a ratos puede ser uno de los puntos bajos, pero la alegría y las ganas de tocar de Zeta, Gustavo y Charly lo compensan.
Un retorno a nuestro país que generó emociones de todo tipo: euforia, llantos, desmayos, indiferencia, alegría, goce, disconformidad, entre tantas muchas otras. Lo cierto es que el legado de Soda Stereo en Chile se reflejó en aquella fría noche de miércoles. Gustavo Cerati, Héctor “Zeta” Bosio y Charly Alberti saben que así es. Y disfrutaron de esas dos horas con cuarenta minutos que duró el concierto, esperando regresar una semana después para realizar el quizás último show en Santiago en la historia de la banda. Pero quién sabe, en una de esas la razón de un disco nuevo y un regreso definitivo sea nuevamente el público, como dijo en un momento del recital. Por ahora, los fans sólo pueden aguardar por el próximo concierto. Una semana después, otro miércoles. Donde si alguien quedó con sed, puede volver por otra Sobredosis de Soda.
Imágenes (y Canciones) Retro
El primer recital de la gira ‘Me Veras Volver’ en Santiago marcó el reencuentro de la banda argentina con el público chileno. Las más de 65.000 personas que repletaron el Estadio Nacional fueron testigos del regreso de Soda Stereo a un país dónde su música dejó huellas que perduran hasta hoy. Un recital que conjugó la nostalgia de las décadas pasadas con la renovada frescura del reencuentro. Diez años de sed saciados en dos horas cuarenta con una fuerte Sobredosis de Soda. Pero esta vez en su versión 2007.
Por Sebastián Flores M.
Cuando finalizó el penúltimo show de la gira El Último Concierto, el 13 de Septiembre de 1997, la última escala antes de la anunciada y definitiva separación de Soda Stereo, Cerati anunciaba: “Nos volveremos a ver. Hasta la vuelta en la forma que sea”. Diez años después, exactamente en el mismo lugar, pero con toda una generación de por medio que nunca pudo verlos en vivo, la promesa es cumplida para el regocijo de todos los fans que añoraban el retorno del grupo de rock que dejó el más grande legado en esta parte del mundo.
Este reencuentro tenía un matiz emocional tremendo para gente de todas las edades. Para la generación de los ‘80s, que vivió en pellejo propio la Sodamanía (cuando repletaban conciertos en el Estadio Chile, aparecían en programas de TV chilenos como Martes 13, giraban por muchas ciudades de nuestra larga faja de tierra o cuando dieron esa memorable presentación en el Festival de Viña de 1987). Para aquella generación de adolescentes de los ‘90s que vibró con shows de la Gira Animal o el Dynamo Tour, que hizo suyos muchos himnos del Sueño Stereo y del MTV (Un)Plugged, y que finalmente los vieron despedirse de Chile en el concierto final de 1997 en el Estadio Nacional.
Pero había un segmento etario para lo cual este recital era realmente un hito: los jóvenes de este nuevo milenio que sólo conocían a aquella tremenda banda de la cual hablaban los más grandes por su legado y que les parecía más una leyenda que una banda de rock como tantas. Por eso este primer recital en Santiago tuvo una gran presencia sub-20: era la primera vez que verían a Soda Stereo en vivo y en directo.
Una eternidad esperé este instante
La expectación era inmensa. Desde la mañana ya varios aguardaban en los accesos de Avenida Grecia para asegurar un buen puesto. A las 16:30 se abrieron las puertas y cuando el calor de la tarde primaveral aún depuntaba, el coloso ñuñoino comenzaba desde ya a repletarse. Un escenario de proporciones a lo Stadium Band (que no tenía nada que envidiarle a gigantes del rock & roll como The Rolling Stones, Guns ‘N Roses o U2) ubicado en el lado sur del estadio recibía a los miles de fans que con el correr de las horas llenaban los espacios de Cancha, Galeria y Andes. Los sectores Pacífico y Cancha VIP aguardaban pacientes por sus espectadores que, obviamente, no tienen necesidad de llegar tan temprano como el resto.
Avanzaban los minutos y la espera se hacia eterna. Para hacerla más soportable, a las 20:00 las pantallas que estaban a ambos lados del escenario (y la que se encontraba detrás de la primera torre de sonido) pasaban sketchs del humorista Diego Capusotto, que al otro lado de la cordillera es famoso por su programa “Peter Capusotto y sus videos” en el Canal 7 argentino. Los gags, preparados especialmente para abrir los recitales en Buenos Aires, funcionaron como una especie de teloneros de Soda. Una que otra risa sacó entre los asistentes, pero se denotaba el humor y los chistes locales pensado para argentinos (de hecho, fueron cortados fragmentos que hacían relación con personajes de la política trasandina que si pasaron en River). De todos modos, entre eso y nada, mejor lo primero.
Las ansias carcomían a muchos. Los “Olé olé olé oléee, Sodaaa Sodaaa” se hacían escuchar cada vez con más fuerza cuando –por fin- las luces se apagaron. Con cinco minutos de retraso, el show comenzó con la intro de ‘Algún Día’ (el cover de la canción ‘Some Day, One Day’ que grabaron para un tributo a Queen) al tiempo que se proyectaban en las pantallas imágenes de la historia de la banda. El delirio de los fans crecía y crecía a cada segundo hasta que las luces volvieron para que Tweety, Leo, Leandro, Charly, Zeta y Gustavo aparecieran en escena.
El comienzo fue un big bang y fue caliente
El inconfundible rasgueo de guitarra del acorde abierto en ‘Si’ marcaba el inicio del show. “Un, dos, tres, cua…” y ‘Juegos de Seducción’ encendía a una audiencia que ya a estas alturas moría de sed de Soda (y de agua también, Cancha era un hervidero de calor). Con el saludo oficial, Cerati se lanzó con un “Hola Chile lindo, bienvenidos al juego” y en seguida ofrecería hacer mover el Nacional. Así, ‘Tele-K’ era la segunda descarga de telekinesis que a través de la música hizo mover a casi 70.000 almas que gozaban enfervorizados. La fiesta continúo en seguida con las telarañas e ‘Imágenes Retro’, de un disco que sería de los más citados en la noche: “Nada Personal” de 1985. Se dejaba en claro que este regreso apuntaba a revivir la nostalgia por los años dorados de la banda: los ‘80s.
Pero los ‘90s, esa época prolífica y de madurez, donde Soda Stereo despachó obra maestra tras obra maestra, tampoco podía quedar fuera. La primera muestra era una sólida interpretación de ‘Texturas’, el tema que cierra “Dynamo” de 1992. La segunda, una que nunca estaba ausente en los recitales del decenio pasado. “Agua (con gas, dijo Cerati)” y el primero de muchos cortes provenientes de su ópera prima (“Canción Animal” de 1990) comenzaba. ‘Hombre al Agua’ dio los primeros indicios del otro lado del show al que también apuntaba esta gira de reencuentro: ese lado rockero y potente que muchos que no siguen a la banda más allá de sus hits más reconocidos, desconocen.
El público que asistió a escuchar las canciones más mainstream de Soda se vio recompensado con ‘En la Ciudad de la Furia’. Un infaltable que con una de sus frases da el nombre a este tour y que hizo saltar y corear la letra a todos los presentes. Mención especial al momento en que la capital chilena se convirtió en la ciudad de la furia (“Santiago se ve tan susceptible”), un momento emocionante para todos los santiaguinos que colmaban el estadio. La pequeña mención al álbum “Doble Vida” de 1988 concluiría de inmediato con ‘Pic-nic en el 4°B’, el primer track de ese disco y que contó con un gran despliegue de luces y pirotecnia en las pantallas que ensalzaban aún más la energía y el voltaje que genera esta gran canción.
El dúo de ‘Zoom’ y ‘Cuando Pase el Temblor’, articuladas sin respiro tal como en el “MTV (Un)Plugged”, traía dos grandes éxitos de los ‘90s y los ‘80s respectivamente para levantar a una audiencia que a ratos estaba floja, que a ratos prendía. Con esta pareja de hits si prendió. ‘Zoom’ contó con los arreglos originales en violines interpretados por la guitarra de Leo Garcia y con la grata sorpresa de un solo de armónica a cargo de Zeta. El beat de bombo de Alberti, cuando ni siquiera terminaba de sonar la última nota del teclado de aquel éxito noventero, avisaba que venía un temblor. ‘Cuando Pase el Temblor’ sonó como en los viejos buenos tiempos, pero además recordaba que estábamos en una nueva década: un final preparado en versión de la música de moda por estos días. “Cuando pase el reggaeton” anunciaron desde el escenario y la parodia al ritmo que hoy en día contagia a Latinoamérica quedará como una de las grandes humoradas que tuvo este reencuentro.
Al calor de las masas
En relación a los recientes recitales en el Monumental de River Plate, el ambiente en el Nacional pareció un tanto más frío de la euforia que se pensaba se viviría en él. Quizás fueron más los curiosos que querían ver este recital del que tanto se hablaba que los fans de corazón, pero de que faltó más complicidad público-artista, faltó (a excepción en los mega-hits). Por eso extraño que ‘Final Caja Negra’, una de las mejores canciones que ha compuesto la banda, no tuviera un feedback mayor entre la audiencia y los músicos. Más allá de eso, la canción sonó majestuosa, los arreglos de strings en los teclados de Tweety González le daban esa impronta de pieza suprema a la canción, pese al bajo volumen que tenían los sintetizadores en relación a los demás instrumentos. Un acierto incluir este gran tema en el set-list.
A continuación, Cerati hablaba de una canción que fue compuesto por Daniel Melero y muchos pudieron intuir que el siguiente tema era ‘Trátame Suavemente’, la famosa balada de su primer disco, el “Soda Stereo” de 1984. Momento propicio para que las parejas que fueron juntas se abrazaran y vivieran un momento romántico en la noche. La siguió otro clásico. ‘Signos’ fue tocada muy similar a su versión de estudio (en contraste a la versión acústica de El Último Concierto”), con una luna llena que abarcaba todo el fondo del escenario y que le daba al tema una poderosa mística. Cerati tomaba el micrófono otra vez para incitarnos a bailar y Leandro Fresco comenzaba la percusión inicial de ‘Sobredosis de TV’ que convirtió nuevamente al Nacional en una pista de baile.
‘Danza Rota’ fue otra de las grandes inclusiones en el repertorio. Las pantallas que estaban detrás de los músicos mostraban a una mujer con unos audífonos meneándose al compás del ritmo, moviendo sus labios sincronizadamente con la melodía de la voz sin que la proyección alcanzase a mostrar sus ojos. La conexión de esa imagen con la música estuvo muy bien lograda y resaltó aún más la emoción que de por sí ya tiene este tema. Apenas concluyó, un sample de batería electrónica con fade in advertía que venía otro estallido en la fría noche capitalina. El sample dio pasó a los golpes de toms de Charly Alberti que tantas veces se escuchó en fiestas bailables de los ‘80s, 90’s e incluso ‘00s. La gente se movió, saltó, coreó y agitó sus poleras en el aire para disfrutar de ‘Persiana Americana’, la canción icono del álbum “Signos” de 1986. En esos momentos el Estadio Nacional era una caldera donde el éxtasis y la adrenalina estaba al máximo.
Afuera el frío embiste, adentro el vértigo
“Dynamo”, aquél experimental álbum incomprendido en su tiempo, hoy considerado uno de los discos referentes del rock en español, tendría su segmento exclusivo en el show. Comenzó con ‘Fue’, esa melancólica pieza que, a pedido de Gustavo Cerati, convirtió al recinto de Ñuñoa en una hermosa postal que llenó de luces de celular -y alguno que otro encendedor- cada rincón de todos los sectores del estadio. Cuatro minutos mágicos.
La parte sónica del álbum de 1992 llegó con ‘En Remolinos' y ‘Primavera 0’. La puesta en escena, el despliegue de luces girando en remolinos y las pantallas que reforzaban la idea creaban una atmósfera inexplicable con palabras. La envolvente textura musical de ‘En Remolinos’, sumado a los aspectos técnicos utilizados, generó instantes etéreos en el ambiente y no pocos “volaron” con el sonido que emanaba desde el escenario. El shoegaze de la guitarra distorsionada de ‘Primavera 0’ exhortaba al público a rockear y a cantar ese poderoso coro, demostrando que la potencia de la banda en vivo y la calidad, pese a los diez años de ausencia, permanece intacta.
Tras una excelsa y renovada versión 2007 de ‘No Existes’, que recalcaba el tinte de power trío que tiene hoy este grupo, vendría algo aún mejor. Si “Dynamo” tuvo su segmento, el famoso “Canción Animal” no podía ser menos. Una sección compuesta por un poderoso tridente de cortes de ese LP que dejan totalmente en claro que Soda Stereo es una banda de un rock vigoroso y vuela-cabezas. Tres canciones que dejarían bien parado el nombre del rock en este concierto.
El extenso solo de guitarra, por ejemplo, de ‘Sueles Dejarme Sólo’ mostraban a un Cerati convertido en un “guitar hero” que hizo relucir las seis cuerdas y se dio el lujo de encarnar a Kurt Cobain arrojando la guitarra al suelo tal como lo hacia el difunto líder de Nirvana. La distorsión continuó con ‘(En) El Séptimo Día’, una canción para cabecear y rockear que fue acompañada por las notables segundas voces de Leo García, que apoyaban la voz de Gustavo ensalzando más la canción. En ‘Un Millón de Años Luz’ nuevamente tomarían protagonismo la escenografía, creando otro instante volátil con los proyectores emulando un viaje esteral a través del espacio sideral y donde además, jugando con la letra de la canción, Cerati se referiría al regreso: “hay una razón, hay varias razones, ustedes son una”.
Se promediaban dos horas de concierto, la luna llena se acomodaba en el cielo santiaguino y la temperatura descendía a medida que avanzaba la noche. Pero en el Estadio Nacional los grados Celsius se negaban a irse abajo. Otra más de “Canción Animal”, pero que merece mención aparte porque destaca más allá del álbum donde se encuentra. Es patrimonio de la música, de la gente, de América Latina. Por eso el Nacional se vino abajo cuando el riff principal de ‘De Música Ligera’ sonaba por los amplificadores. Interpretada tal cual como en estudio, hizo retumbar tanto la protección del césped de la cancha como los asientos en las tribunas. Un batatazo que antecedió la primera despedida en falso del concierto. Nadie se movió de sus lugares, todos sabían que vendría más.
Por qué este deseo crece
Cinco minutos de ausencia antes que la banda regresara al escenario, volvieran las luces y comenzara un hipnótico loop de efectos. “Sueño Stereo”, el último disco de estudio de Soda Stereo, es uno de los más menoscabados en lo que va del “Me Verás Volver Tour 2007”. De esa placa, sólo ‘Zoom’ había sido interpretada hasta ahora, pero vendría una pequeña reivindicación para con ese excelente trabajo de 1995. Las visuales cobrarían vida a través del rhodes de Tweety, de esa línea de bajo de Zeta y del célebre riff de ‘Disco Eterno’ que creaban la dimensión y hacían crecer el deseo. “Abrir a Soda Stereo” cantaba Cerati y los fans aplaudían el cambio de frase en la letra. Realmente un sueño stereo.
Los ánimos se calmarían con los delicados strings de los teclados de ‘Cae el Sol’, tema en donde citarían fragmentos de ‘Here Comes the Sun’ de los omnipotentes The Beatles. Lo que vendría a continuación sería otro de los highlights del recital en lo que a efervescencia se refiere. Cerati se pondría un sombrero a lo cow-boy y comenzaría el riff de ‘Prófugos’. Pero la guitarra no estaba sonando. Gustavo haría detener la canción y arrojaría su instrumento al suelo, exigiendo a los técnicos que le entreguen otra. “Con la guitarra si podemos ser crueles, se lo merece”. Tras la partida en falso, esta canción himno de hace dos décadas remeció –una vez más- a la audiencia y al finalizar los músicos darían paso al segundo encore del concierto.
Las revoluciones bajarían, pero subirían las emociones con ‘Zona de Promesas’, esa tranquila pieza que aparece en el EP del mismo nombre de 1994. La letra de esa canción entregaba el mensaje “tarda en llegar y al final, al final hay recompensa” y los asistentes interpretaban la vuelta de Soda Stereo con esa oración. Otro momento memorable de la jornada, que todavía tenía algo que entregar. “Nadaaa oh oh oh, nada personal oh oh oh” se escuchaba desde hace rato entre medio de cada canción y Soda Stereo sabía que tenía una deuda pendiente con esa canción que fue dejada fuera en el show final de 1997 en Chile, aún cuando la fanaticada lo pedía con el mismo cántico. Soda saldaría su deuda pendiente con ‘Nada Personal’ y sería el cierre perfecto para un concierto que tuvo de todo, y que pese a eso, dejo al público pidiendo por más, esperando quizás una sorpresa. Pero no, la banda se fue. La música de ambiente comenzó a sonar dando a entender que la cita había acabado y la gente comenzó a abandonar el recinto.
Siempre vamos a encontrar texturas
“¡Tremendo, grande Soda!”, “Nunca pensé que los vería alguna vez en vivo, estuvo excelente”, “Faltaron temas, pero aún así notable”, “El fiato y la buena onda entre ellos se siente, les hizo bien volver”. Las impresiones positivas a la salida del estadio se podían obtener sin siquiera la necesidad de preguntar, sólo escuchando lo que los asistentes expresaban mientras dejaban el coliseo deportivo. Pero a la vez, comentarios de índole negativa sonaron también en las afueras de los accesos al recinto. “Se juntaron sólo por el dinero y vinieron por cumplir, esperaba más”, “Bien por el regreso, pero mal porque sea sólo eso: un regreso”, “El público me decepcionó, al igual que Cerati. Cero comunicación entre ambos” o “Vino mucha gente sólo a cantar los temas conocidos y para el resto se quedaba quieta”.
Haciendo un recuento de la presentación de Soda Stereo en nuestro país, se pueden sacar muchas conclusiones de lo que significó. Por una parte, el esperado regreso, la sed saciada de miles de fanáticos que soñaban con verlos de nuevo y a muchos otros que deseaban presenciar un concierto suyo alguna vez en la vida. Por otro lado, el show ofrecido y la relación que tuvo con el público chileno.
La acústica del show fue pareja, el sonido en cancha se escuchaba muy limpio. Quizás el rebote del audio en las tribunas sonó estruendoso, el bajo de Bosio naufragó en ciertos pasajes, el volumen del teclado de Tweety González debió ser mayor y los altos en la guitarra de Cerati tomaron un excesivo protagonismo, pero en general fue un buen sonido que se debió a la gran producción que se está llevando a cabo en este tour. Los dos sistemas de sonido (uno el que alguna vez ocupó Kiss y el otro fue usado por Madonna) eran el filtro perfecto antes de llegar a la consola principal.
Martin Phillips (quien ha trabajado con grupos como Nine Inch Nails y Daft Punk) es el hombre detrás de la puesta en escena de esta gira. Las visuales y los efectos de luces corrieron por su cuenta. Las pantallas de proyección a los costados del escenario y atrás de la primera torre de sonido permitían ver los detalles para aquellos que se encontraban ubicados lejos del escenario, filmando en acercamiento a Charly, Gustavo y Zeta (muy pocas tomas para los músicos de soporte), sus instrumentos, tomas generales de los tres o al público presente mediante un gran despliegue de cámaras movilizadas para el evento.
En términos generales, un espectáculo redondo. Muchos reclamaron la ausencia de grandes temas de la banda. Pero es que Soda Stereo tiene tantas canciones magnificas que es una utopía exigir dejar completamente conformes a todos los fans. El set-list, el sonido, el aporte de los músicos invitados (Leo García, Tweety González y Leandro Fresco), las luces y hasta la vestimenta fueron minuciosamente preparados para entregar un concierto de nivel mundial. La frialdad desde algunos sectores del público a ratos puede ser uno de los puntos bajos, pero la alegría y las ganas de tocar de Zeta, Gustavo y Charly lo compensan.
Un retorno a nuestro país que generó emociones de todo tipo: euforia, llantos, desmayos, indiferencia, alegría, goce, disconformidad, entre tantas muchas otras. Lo cierto es que el legado de Soda Stereo en Chile se reflejó en aquella fría noche de miércoles. Gustavo Cerati, Héctor “Zeta” Bosio y Charly Alberti saben que así es. Y disfrutaron de esas dos horas con cuarenta minutos que duró el concierto, esperando regresar una semana después para realizar el quizás último show en Santiago en la historia de la banda. Pero quién sabe, en una de esas la razón de un disco nuevo y un regreso definitivo sea nuevamente el público, como dijo en un momento del recital. Por ahora, los fans sólo pueden aguardar por el próximo concierto. Una semana después, otro miércoles. Donde si alguien quedó con sed, puede volver por otra Sobredosis de Soda.